sábado, 7 de marzo de 2015

HACE FALTA UN MÍSTER

El desastre anunciado, la desestabilización del sistema político por su propia corrupción endémica, genera pánico en la costra que vive de él. El maquillaje de la crisis busca centrar la cuestión allí donde no está. Luis Casado entrega algunas pistas para entender el problema de fondo.
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Hace falta un Míster

Escribe Luis Casado

El gran Guido Vallejos y su popular Barrabases nos enseñaron desde niños la falta que hace el Míster, tú ya sabes, el entrenador que más tarde llamarían el “mentiroso con buzo”, un personaje que no esperó ni a Mourinho ni al “Loco” Bielsa para tener salero y solera. Los peloteros, que –vengan de donde vengan– suelen tener origen humilde, se refieren a su entrenador con mucho respeto y cuando quieren mostrar que tienen algo de mundo le llaman el “coach”.
Pateando pelotas de trapo en la calle, con un entrenador en plan Míster Pipa, aprendí que había que evitar hacer como los equipos malos, en los cuales todos corren para donde va la pelota. Justamente.
Dos o tres “pelotazos” más tarde, y hablo de los que dejan algunos miles de millones de beneficios injustificados, veo con desmayo que la política chilena no tiene Míster, que el equipo es natre, que todos corren hacia donde va el esférico, que no hay orden, ni ténica, ni tática, que son las que conducen al ésito, como afirmaba un conocido entrenador autóctono de antes de la moda de escogerlos argentinos.
Un par de latrocinios –Penta y Caval– tienen a todo el mundo discurriendo de una legislación que nadie había echado de menos hasta ahora, una que establezca normas éticas para las relaciones entre la política y los negocios, o para decirlo sin perífrasis inútiles, entre la política y el billete.
Hasta ahora Chile no tenía necesidad de esa legislación, en caso contrario se hubiese sabido, la recua de parlamentarios que pagamos con nuestro dinero se hubiese dado cuenta, hubiese legislado con la prontitud y la eficiencia que le envidia el mundo entero. Y asunto resuelto. Pero eminentes presidentes de lo que tenemos de república se complacían en afirmar cada día de dios que “En Chile no hay corrupción”. Uno de ellos declaró ante un areópago de empresarios suecos que lo que más apreciaban los empresarios en Chile era precisamente su transparencia. Y lo dijo con su embajador al lado, un Álvaro García hundido hasta el cuello en el lodazal de Inverlink, y oportunamente enviado a Estocolmo para evitarle bochornos cotidianos en Santiago.
Por si quedaran dudas, Transparency Internacional, ese dudoso organismo de dudoso financiamiento, que se especializa en otorgarle certificados de buena conducta a quienes conviene –y en cuyo capítulo Chile sesionaba uno de los amos de las farmacias coludidas– aseguraba, hierático, que Chile era el país másclean de todo el continente.
De modo que, ante la irrupción de un tsunami de corrupción tan inesperado como la erupción del volcán Villarrica (que por lo menos estaba “monitoreado”, él…), Bachelet nos ofrece –una vez más– el recurso de la comisión, de un consejo asesor, lleno de expertos y gente que uno imagina de una probidad a toda prueba, capaces de concluir en nada al cabo de algunos meses, cuando los escándalos le hayan cedido la primera página de la prensa a la Copa América u otro asunto tan esencial para los destinos del país y la humanidad toda.
Para que, como en el gesto divino que separó la luz de las tinieblas, una ley nos regrese la tan ansiada virtud que hace de Chile un país tan “transparente” como una vitrina de Mall. Todos corren a sumarse a la feliz iniciativa –maricón el último– conscientes de que hasta ahora en lugar de ser transparentes han sido más bien “transparientes”. Y de que al personal las ruedas de carreta lo tienen un pelín atragantado.
Lo que no quita que hayan intentado desviar la atención del personal, sin mucho éxito a decir verdad.
Para un par de diputados, el caso Caval –en fin, el tráfico de influencias del hijo de la jefa de Estado– tenía el serio inconveniente de lastimar la imagen de la “presidenta”. Para el regente del PS la cuestión residía en deshacerse de la pareja “maldita”. Como le ganaron el quién vive y la pareja renunció a su militancia, el histriónico Andrade tuvo el culot de declarar: “Me hice cargo del problema, Dávalos y Compagnon dejaron de estar en el PS” (sic). Si todos los palos blancos dejasen el PS… ¿de quién sería presidente Andrade? Escalona, que busca suceder a su fideicomiso no muy ciego, declara que la culpa es de Peñailillo, que mal protegió a la “presidenta”.
Ya ves, la cuestión de fondo no tiene que ver con un sistema institucional, político, social, económico y financiero perverso que no funciona sin la fusión vergonzosa del poder del dinero con sus obligados de la política, sino con la imagen de su eminencia, con la presencia –o ausencia– en el padrón de un partido o con la premura con la que se maquillan los latrocinios.
La UDI, fiel a su tan cacareada raíz cristiana, cree que se trata de una cuestión de arrepentimiento, de confesión, de perdón… para poder regresar a lo mismo con la conciencia tranquila. Un par de padres nuestros, dos o tres aves marías y aquí no ha pasado nada.
Para tratar el tema de “la transparencia y la probidad”, el gobierno se reúne con… ¡la CPC!
Esto no se inventa. El gobierno no sabe que una condición sine qua non del emprendimiento en los luminosos días que nos toca vivir reside precisamente en la concusión, en la evasión y el fraude fiscal, en el tráfico de influencia y en la toma ilegal de interés…
No lo digo yo, lo dicen las autoridades estadounidenses, la OCDE, el FMI y la Unión Europea, que están precisamente entre los peores pájaros de cuentas. Un par de ejemplos.
“La evasión fiscal le costará al gobierno de los Estados Unidos US$ 305 mil millones en el ejercicio 2010 y ha costado más de US$ 3 billones en la década que termina. La evasión es quién más contribuye a los déficits presupuestarios y a la acumulación de la deuda pública desde el año 2001. La evasión fiscal también le cuesta a los presupuestos estaduales miles de millones de dólares. Cada contribuyente individual pagará un suplemento de US$ 2.200 en el año 2010 para suplir los fondos que se pierden con la evasión fiscal.”
(http://www.demos.org/data-byte/federal-revenue-lost-tax-evasion)
Un ectoplasma llamado José Ángel Gurría, que vive del cuento como Secretario General de la OCDE, declaraba no hace mucho: “Es difícil combatir las prácticas fiscales de las multinacionales”.
En esa frase queda todo dicho: las multinacionales no se avienen a las disposiciones impositivas de los países en que ganan plata, o en los que tienen su sede, sino que adoptan sus propias “prácticas fiscales”. En claro, no pagan impuestos, o muy pocos. Interrogado sobre ese detallito, sin perder su angélica sonrisa, José Ángel Gurría la juega en plan cándido.
Pregunta. La OCDE ha detectado que muchas multinacionales pagan el 5% en impuestos de sociedades cuando las pymes abonan el 30%. ¿Cómo es posible?
JAG: Esa es la paradoja, y fíjese en la situación política: en un momento en que los Gobiernos necesitan más dinero porque hay problemas de ingresos y gastos públicos. Así que los Gobiernos suben los impuestos, ¿a quién? A las pymes y a las familias, porque a los otros no hay manera.
¿Qué decir del presidente de la Unión Europea, Jean-Claude Juncker, que durante treinta años, desde el gobierno de Luxemburgo –un paraíso fiscal– se dedicó a organizar el fraude impositivo en escala industrial?
Gérard Filoche, miembro de la dirección nacional del PS francés, denuncia: “¿De qué se trata? El fraude fiscal del que se habla en Europa es dos veces superior a la deuda de todos los países de la zona euro. (…) durante esos 30 años él (Jean-Claude Juncker) blanqueó el dinero de 340 empresas, se ha estimado un total de 2,4 billones de euros… (€ 2,4 millones de millones…) entre las 340 empresas, entre las cuales 58 multinacionales francesas que, en vez de pagarle impuestos a nuestra república para permitir que se ayude a los cesantes a encontrar un trabajo, a que tengamos mejores hospitales, mejores escuelas, hacen trampas en Luxemburgo con la complicidad de Jean-Claude Juncker…”
La mecánica del capitalismo, o como dicen los expertos “la dura ley del mercado”, hace que quién obtiene ventajas comparativas se impone ante sus competidores que terminan por desaparecer. Lo que significa, muy simplemente, que si alguien trampea, están obligados a trampear todos.
El fraude fiscal, el tráfico de influencia, la concusión, la toma ilegal de interés, son prácticas de uso universal. No son la excepción, son la regla.
En alguna edición no muy antigua, TIMES Magazine publicó un artículo que demostraba que mientras las penas aplicadas por los cancerberos de los mercados sean notoriamente inferiores a las ganancias obtenidas mediante practicas tributarias delictuales, todo el mundo seguirá delinquiendo.
Un (pseudo) premio Nobel de economía (1992) teorizó el tema, un tal Gary Becker, cuyo análisis de las incitaciones postula que todo es un asunto de cálculo económico: si puedo robar sin que me pillen… es rentable robar, ergo… robo. Así de sencillo.
Ninguna de las grandes empresas auditoras de Balances de las multinacionales ha escapado a millonarias multas por cubrir y disimular el fraude fiscal. Y están… en lo mismo. Incluso en Chile. La evasión fiscal, la certificación de Balances truchos es SU negocio.
Los más grandes bancos del planeta crearon divisiones especializadas en la evasión fiscal, o como le llaman eufemísticamente, la “optimización fiscal”. Muchos de ellos han sido multados con miles de millones de dólares… suma siempre inferior a las ganancias obtenidas engañando a los Servicios de Impuestos Internos de numerosos países.
El reciente caso de McDonald’s, que se ahorró en Europa más de mil millones de dólares en impuestos recurriendo a artificios de este tipo no hace sino agregarle otra capa de basura a la montaña de delitos tributarios en los que reposa la “competitividad”.
En Chile, pasando por alto lo descrito más arriba, toda la costra política corre hacia donde va la pelota: el consejo asesor que sacó de una chistera de prestidigitador la “presidenta”, el proyecto de ley que nunca había sido necesario pero que ahora urge, las normas de “transparencia y probidad”, las relaciones entre el billete y lo que compra el billete: los políticos.
Como te decía… hace falta un Míster.
Juan Fernando Mellado Galaz
Ex Conscripto 1973
Escuela de Telecomunicaciones
Ingeniero en Administración de Empresas
Asesor Tributario Previsional
Presidente Nacional Corporación para la
Integración de los Derechos Humanos 
del Servicio Militar Obligatorio
Email: agrupacion.exconscriptos.chile@gmail.com

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