martes, 17 de marzo de 2015

OSCAR Y EL YEKO


El celo con que los sabuesos del SII se ocupan de los negocitos pequeños contrasta con la ceguera (o la impotencia) que muestran cuando se trata de los poderosos. El Yeco... ¿te dice algo? ¿No? Luis Casado te lo explica con cariño...
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Oscar y El Yeco

Escribe Luis Casado

Ya sé que el nombre de El Yeco no te dice nada, o muy poco. Si como el 99,9% de los penitentes de este país eres “clase media”, llegaste sólo hasta Mirasol, admitiendo que hayas tenido el coraje de abandonar el atentado contra la naturaleza que llaman San Alfonso. Los pueblitos en plan atorrante, o “picante” como acostumbra decir uno de mis amigos, no es lo tuyo.
El Yeco –sector de Algarrobo, balneario que las prácticas municipales lograron rebautizar como Algo-robo– abriga familias modestas, no pocas de las cuales tienen un árbol genealógico común, un árbol enrevesado con uno o dos apellidos mapuche que se insinúan en casi todas las familias.
Los habitantes de El Yeco laburan en “las casas”, o sea en los domicilios situados en los condominios aledaños, allí donde vive la GCU, gente como uno, boluditos que muchas veces hacen figuras para pagar la mensualidad de la parcela que les permite considerarse justamente eso, GCU.
Son albañiles, carpinteros, pintores de brocha gorda, jardineros, “nanas”, cocineras, mano de obra, limpiadores/as de mierdas ajenas, y a sus horas pescadores o mariscadores sin interés mercantil, justo para parar la olla.
Allí en El Yeco coexisten dos o tres boliches, suerte de almacenes de ultramarinos en plan minimarket para que me entiendas en tu jerga yanacona, en donde encuentras lo básico, lo esencial, la subsistencia minimalista, pan, leche, huevos y algunas verduras, no se te ocurra preguntar por aceto balsámico di Modena, jamón de Jabugo auténtico pata negra o algún queso azul de tipo Roquefort o Fourme d’Ambert venidos de Francia, o en estricto rigor un Gorgonzola o un Robiola de Roccaverano de la península italiana.
¿Y ahí?
Pasa que en El Yeco asistimos a una magnífica demostración del celo con que los inspectores del Servicio de Impuestos Internos velan por el cumplimiento de las leyes y reglamentos tributarios, por la defensa de la recaudación fiscal y los equilibrios presupuestarios pergeñados en el ministerio de Hacienda. Así como lo lees.
Uno de los boliches, conocido como “Oscar”, fue objeto de la atención de estos cancerberos cuya dedicación fuerza la admiración y el respeto de toda la ciudadanía y seguramente la de sus jefes y la del negro Arenas.
Una rápida inspección le permitió a uno de ellos constatar –atento el personal– que en una boleta recién emitida faltaba la fecha. Como pudo comprobarse, las boletas anteriores, y las dos o tres posteriores, comportaban en forma y lugar esa crítica información sin la cual este país se hunde.
Sin embargo, el olvido, inadvertencia o despiste de la joven que se ocupa de la Caja fue considerado un atentado a la moral y a las buenas costumbres impositivas, razón por la cual el boliche fue condenado al pago de 400 mil pesos de multa, y al cierre obligado durante tres días laborales consecutivos.
Ningún empresario, y aún menos Hermann von Mühlenbrock , el caricatural presidente de la Sofofa, se rajó con ninguna declaración relativa a la pérdida de empleos, a la reducción del PIB, ni a la seguridad alimentaria de los vecinos.
Servidor, que de vez en cuando va donde Oscar a gastar su peculio en el género que acostumbramos consumir en casa, se encontró con las puertas cerradas y tuvo –como otros clientes– que ir mucho más lejos.
No se trata de sacar cuentas relativas a la gasolina consumida: los vecinos de El Yeco tuvieron que tomar la micro y gastarse un billete que no tienen.
De lo que va el tema es que contemporáneamente tienes que leer en la prensa, y soportar en una TV insoportable, las disquisiciones acerca de SQM –la ex Soquimich sustraída dolosamente al patrimonio público–, empresa que rehúsa entregarle a la Justicia los datos contables que pudiesen demostrar que Ponce-Lerou y sus esbirros, entre los que se cuenta un tal Hernán Büchi, falsifican la contabilidad, aceptan boletas falsas, financian otros rufianes, practican el cohecho, manipulan las cotizaciones bursátiles, persiguen a los sindicatos, y cometen tantas tropelías que diez fiscales no serían suficientes para ocuparse de su caso.
¿Y los inspectores del Servicio de Impuestos Internos?
Decide tú entre las opciones siguientes:
a) están comprados
b) no se atreven
c) recibieron instrucciones de no tocar a SQM
d) no se les ocurre controlar a los rufianes habida cuenta de quién mangonea en el país
e) por formación y doctrina no tocan a los poderosos
f) ¿tai mah weón?
Para ejercer sus eminentes talentos, su aguda mirada crítica, su inigualable rigor contable, leguleyo y reglamentario, les basta con los boliches picantes.
¡Oh témpora! ¡Oh mores…!




Juan Fernando Mellado Galaz
Ex Conscripto 1973
Escuela de Telecomunicaciones
Ingeniero en Administración de Empresas
Asesor Tributario Previsional
Presidente Nacional Corporación para la
Integración de los Derechos Humanos 
del Servicio Militar Obligatorio
Email: agrupacion.exconscriptos.chile@gmail.com

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