lunes, 31 de mayo de 2010

Los “pelados” del golpe rompen el silencio

El soldado que no fue” está seleccionado en la competencia nacional del Fidocs 2010 que comienza el martes. En él su director, autoexiliado desde 1975 en Canadá y ex conscripto de esa generación, entrevista a sus ex compañeros y también a sus ex oficiales con el propósito de dejar hablar a los que hasta hoy no habían tenido voz.
Leopoldo “Polo” Gutiérrez vive, como él lo califica, un autoexilio desde 1975 en Canadá. Allí se rodeó de algunos otros ilustres exiliados canadienses, como los escritores Gonzalo Millán, Erik Martínez, Jorge Etcheberry y José Leandro Urbina. De ese conocimiento nació “Blue Jay: notas de exilio”, que es una película que trata -entre muchas otras cosas- sobre cómo estos escritores y poetas chilenos se las ingeniaron para crear y publicar sus obras en una sociedad cuyas lenguas oficiales son el inglés y el francés. Talvez ese documental nunca llegue a Chile; sin embargo, “El soldado que no fue” será estrenado en el marco de la competencia nacional del Festival Internacional de Documentales de Santiago (Fidocs), que se desarrollará entre el 1 y el 6 de junio. La película aborda la realidad de los conscriptos del ’73, de los cuales él fue parte en la Escuela de Alta Montaña de Río Blanco. “El otro día fui a ver una película chilena sobre la represión y me queda una impresión incómoda, debe ser que ya no soporto la retórica del llanto. No es que yo no entienda el dolor, pero tocar sólo esa nota lleva a un punto de saturación”, dice al otro lado de la línea telefónica, desde Quebec. -¿A qué te refieres? -Entre la variedad de expresiones hay por ahí algunas voces quejumbrosas. Es una voz que todavía permanece, la queja, y no hay distancia para analizar lo que sucedió. Entonces se perpetúa el dolor en un tonito que a mí me hincha las pelotas. Es más una cuestión de sensiblería que de sensibilidad. Y aclaro que el melodrama me gusta, pero no tanto. -¿Cómo abordaste este documental? -Entrando al servicio militar, me quedó claro que quería hacer una película de eso. Pasaron los años, pasó lo que pasó, y llegué a una estética del diálogo. La idea básica consiste en poner en diálogo a personas que pertenecen a bandos diferentes y a veces opuestos. Al ponerlos en el mismo fotograma o en el mismo relato inevitablemente se produce algo. El otro nivel es mucho más personal: investigando lo que había ocurrido con la gran masa de los conscriptos del ’73 -muchos de ellos provenientes del mundo rural y otros muy pobres-, me impactó verlos en la misma miseria de siempre o quizás peor. En ese minuto me dije que estaba frente a un grupo de personas que nunca había tenido la oportunidad de expresarse, porque tanto la izquierda como los poderosos en general se lo habían impedido. La izquierda porque arbitrariamente metió en el mismo saco a oficiales, “clases” y conscriptos y la derecha porque sólo veían en ellos una mano de obra barata y disciplinada, casi gratis. Así nace “El soldado que no fue”. -¿Cómo conseguiste hablar con tus ex compañeros? -Fue súper difícil, pero como yo fui uno de ellos, la llegada fue fácil, porque sé lo que es un soldado: su lucha permanente es obtener un pedazo de pan, una taza de té y quitarle el cuerpo al trabajo pesado. Eso además del manejo de las armas. Bueno, ahí hubo un primer encuentro, luego vinieron las cervezas y después emergió un volcán porque, como ya te dije, me encontré con una generación sin voz, y desde luego todos querían hablar una vez que las confianzas quedaran establecidas. ¿VÍCTIMA O VICTIMARIO? -¿Qué son esos conscriptos para ti: víctimas o victimarios? -Ésa es la gran pregunta: si son víctimas o represores, pero entremedio hay de todo, porque hubo quienes se negaron a obedecer a reprimir a su propio pueblo y pagaron con su vida ese gesto ciudadano. Haber constatado esa realidad le da todo un sentido a la película. -Entre víctima y represor, ¿tú cómo te calificas entonces? -Yo tuve una suerte increíble de no haber llegado a ninguna de esas situaciones, y eso en parte se debe a que estaba haciendo el servicio militar en la Escuela de Alta Montaña de Río Claro, en donde, por ejemplo, siempre me pagaron el sueldo. Pero como no quiero eludir tú pregunta, a mí nunca me tocó patear a alguien ni nada parecido. -Entre víctima y opresor, ¿optaste por hacer una película? -(Riendo a través del auricular) …Claro. -¿Qué papel juega Pinochet en tu documental? -Yo creo que él es una figura latente, es como el padre ausente al que no nos detenemos en analizar cuál fue su importancia en todo esto, porque en el fondo Pinochet fue una figura manipulada por los grupos dominantes de la época. Desde este punto de vista, él era un títere que estaba cumpliendo un rol dentro de lo que era la guerra fría y que perfectamente pudo haber sido otro quien lo cumpliera. Sin embargo, muchos de los conscriptos sienten amargura, porque Pinochet no hizo nada por ellos. -Eres el director, productor, guionista de “El soldado que no fue”, pero además fuiste un conscripto. ¿Qué tiene la película de ese “pelado”? -Yo cuento mi historia en esta película a través de los otros “pelados”, es una historia colectiva y así voy contando sus mini historias y también la de los oficiales que son representativas de un ideario que no comparto, pero que también es una realidad. -¿Cuál es el mensaje político de esta película? -Darle la palabra a esa generación sin voz, estigmatizada en donde encontramos personas de todas las tendencias, y en donde no es criterio que uno sea de este lado o del otro para que alguien pueda dar su opinión. En este sentido el mensaje político es variado, aunque personalmente pienso que el servicio militar es el medio que utilizan los grupos dominantes para enseñar a obedecer a los más pobres en cualquier ámbito. Lo importante es lo que cuentan los conscriptos y los oficiales en un momento de polarización, el referente político es la sociedad chilena y ahí hay algunos que creen que podían reprimir a los otros. LCD
La Nación Domingo Por Gonzalo León
Domingo 30 de Mayo de 2010

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