Todos coinciden en afirmar que el lodazal de corrupción del cuerpo político viene de lejos… La cuestión que se plantea naturalmente es, ¿Y ahora qué?
Luis Casado y Arturo A. Muñoz sugieren el camino de la razón... |
¿Y ahora qué?
Graves problemas políticos, sociales y económicos asuelan a la cueva de Ali-Babá. La crisis ya llegó, y no se ve luz al final del túnel.
Escriben Luis Casado y Arturo A. Muñoz
La pregunta del título está en boca de millones de chilenos. La crisis ya llegó, el sistema sufre una arritmia severa, claro indicador de un probable y fatal paro cardiorrespiratorio; entonces, ¿ahora qué se hace?, pues ni siquiera al interior de las cofradías político-partidistas existe consenso en cuanto a solucionar la pata’e pollo –o el berenjenal– que han originado los dirigentes de los bloques principales, que en gran medida han formado parte del Parlamento y de uno o más de los seis gobiernos del duopolio Alianza-Concertación (o Nueva Mayoría).
Los mentados dirigentes no sólo son parte del problema, sino que constituyen la esencia del problema… lo que los inhabilita para actuar como agentes de la solución. Menos aún en calidad de únicos y exclusivos agentes de la misma. Eso sería un despropósito rayano en la burla, e indicador de cuán caraduras y totalitarios son tales “representantes” del electorado.
Esto es serio. La crisis ya llegó y al final del túnel no se vislumbra luz potente; sólo algunas tenues candelillas señalan la ubicación, lejana, del término posible de la oscuridad imperante.
¿Cómo salir de la crisis sin degollar la democracia ni esclavizar la Justicia? Tal vez la pregunta esté mal formulada, ya que la actual situación es crítica precisamente porque no hay democracia verdadera y porque la Justicia se quitó la venda que cubría sus ojos.
Así y todo (o a pesar de ello), ¿cuáles son las alternativas y propuestas que podrían resolver este intríngulis? ¿Cuáles son las alternativas?
Repasémoslas, aunque de seguro usted las conoce y las ha sopesado en más de una oportunidad, comenzando por dos principios básicos que nos parecen indiscutibles:
1.- La Soberanía reside en el pueblo de Chile, que es la fuente de toda legitimidad en materia Constitucional, y el único depositario del poder constituyente. Nadie representa, ni puede representar al pueblo de Chile, porque es en su soberanía “que hay que buscar la protección contra los vicios y el despotismo del gobierno”. Una Constitución debe tener como objetivos primeros el garantizar las condiciones institucionales de la vida en común y la protección de la ciudadanía contra sus propios representantes.
2.- Desplazar definitivamente a quienes son históricamente responsables de la perennización del legado institucional y económico de la dictadura. Cuando una regla es perversa, como lo es la Constitución de Pinochet-Lagos, y favorece a una pequeña minoría privilegiada, es impensable que la transformación de la regla se encuentre sometida a la aprobación y al consentimiento de aquellos que se beneficiaron con ella.
Estos dos principios restringen las alternativas posibles y viables al recurso definitivo: el pueblo, la ciudadanía. De ahí arranca la idea de convocar una Asamblea Constituyente, proceso en el cual debe participar la inmensa mayoría de chilenos y chilenas.
Confiarle a una Comisión la tarea de redactar un borrador de un nuevo texto constitucional sería un error garrafal que pudiese llevar a una crisis aún peor que la que enfrenta el país en este momento.
La pérdida de credibilidad de la costra política no sólo es innegable, es muy profunda y es irreversible.
Los nombres que pueblan el actual Ejecutivo y el Parlamento actual serán asociados para siempre al estallido de la corrupción, del tráfico de influencias, de la incuria y la concusión.
Sabemos que todo esto comenzó con la dictadura y se ha prolongado durante más de 40 años, pero los actuales responsables políticos han vivido de eso, con eso y para eso. Alguno se ha despertado muy tardíamente para denunciar el lodazal del que también se nutrió durante décadas. Sólo que poner cara de “yo no fui” no basta.
Otros, cuya ausencia de lucidez espanta, niegan que vivamos una crisis. O bien suponen que se resolverá con emplastos de mostaza, con dos o tres reformitas que llegan tarde y son ampliamente insuficientes. O creen de verdad que Chile es un Club privado que les pertenece.
Nadie puede predecir cuando y cómo estallará esta insostenible situación, pero lo cierto es que ninguna sociedad vive eternamente entre las manos de un florilegio de rufianes.
En resumen, Chile está sumido en una crisis severa, la más grave de este último cuarto de siglo, y la costra política así como las cofradías empresariales no muestran disposición a solucionarla debidamente, pues exigiría renuncias al por mayor, cambios en profundidad y generar un estilo honrado de hacer las cosas.
¿Es posible mediante la participación de los actuales responsables de la crisis misma?
Los políticos y empresarios dicen que sí, que es así como debe ser… pero, es de temer que la gente, el pueblo, diga lo contrario.
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Juan Fernando Mellado Galaz
Ex Conscripto 1973
Escuela de Telecomunicaciones
Ingeniero en Administración de Empresas
Asesor Tributario Previsional
Presidente Nacional Corporación para la
Integración de los Derechos Humanos
del Servicio Militar Obligatorio
Integración de los Derechos Humanos
del Servicio Militar Obligatorio
Email: agrupacion.exconscriptos.chile@gmail.com
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